por Candela CamañoPara algunos, Pavel y para otros, Pablo. De padres rusos radicados en Argentina, este joven de tan sólo 23 años, tiene amplia experiencia en las canchas de Vóley. Opuesto, de 2.03 metros de altura, y con un futuro que promete. ![]() La pasión por el vóley no es una simple casualidad. Su padre fue armador del seleccionado ruso y su madre una reconocida jugadora del mismo país. A principios de los años 90, la pareja se instaló en Buenos Aires donde siguieron jugando, en este caso para Náutico Hacoaj. Con la llegada de Pablo al mundo, sus padres deciden migrar a España, donde pasó gran parte de su infancia. Allí, en el viejo continente, el sentimiento por el deporte nunca acabó.Desde pequeño, la pelota estuvo a su alrededor. “Empecé entrenando con mi madre cuando daba clases en el colegio al que iba. A los 13 o 14 años, comencé a entrenar en el Club Voleibol Mediterráneo, ubicado en la ciudad de mis padres”. Sus dotes voleibolísticos, le otorgaron la posibilidad de defender los colores de la selección juvenil española. Además, jugó al beach vóley, donde logró varios campeonatos regionales y nacionales. “Estoy contento por todo lo que pude aprender en España. Al empezar con mi madre, me ayudó a integrarme en este deporte y a que me gustase cada vez más. Después en los dos clubes que estuve me ayudaron a formarme como jugador y a enseñar todo lo que se necesita saber para el vóley”. Si bien Pablo jugaba en el exterior, la mirada de la selección nacional nunca dejó de seguirlo. “Desde que empecé a jugar bien al vóley, la selección estuvo intentando traerme a la Argentina pero decidimos que aún era muy pronto para que yo me fuera porque era muy joven. En el 2013, sobre marzo si no me equivoco, vino el manager de la selección, Facundo Rizzone, para hablar conmigo y mis padres”. La oferta fue muy tentadora: beca para vivir en el CeNARD, entrenar junto al seleccionado y disputar el Mundial Juvenil. Ni Pablo, ni sus padres pudieron resistirse. “Accedimos y acá estoy”. Fue Javier Weber, el técnico de la selección de ese entonces, quien insistió con la convocatoria de Pablo. Una joya, una promesa, el futuro Milinkovic, así lo apodaron. “Agradezco a Weber por haberme traído a Argentina. Creo que si no me hubieran llamado no hubiera jugado nunca en ninguna selección porque en España era complicado y en Rusia aún más. Desde mi llegada, cambié, mejoré mi técnica y mi físico. Estoy dando todo día a día”. El año pasado, en el Mundial Sub23 en Dubai, Pablo recibió la distinción como “Máximo Anotador” y “Mejor Bloqueador”. “Si bien trataba de salir como máximo anotador como sucedió en el Mundial Sub23 en Uberlandia, quedé asombrado con mi rendimiento en el juego” afirma el jugador de Bolívar. “Me sorprendí cuando me enteré que había salido como mejor bloqueador, ya que el bloqueo es una cosa que me costó aprender”. En septiembre, Pablo dejó el Club Ciudad de Buenos Aires para incorporarse al plantel de Bolívar. “Estoy en uno de los mejores equipos del país, entrenando con jugadores de mucha experiencia y con un técnico que sabe de este deporte”. El opuesto, afirma la comodidad con la que se maneja en el equipo y la buena onda que hay en él: “Al principio de la Liga, nos costó adaptarnos al juego y mantener la regularidad, pero con el paso de los entrenamientos fuimos mejorando técnica y tácticamente”. Actualmente, Pablo se describe como un “jugador que trata de dar lo mejor de sí, y ayudar al equipo en todos los aspectos”. Entre sus sus aspiraciones deportivas, aclara que pretende estar en uno de los mejores equipos de la Liga y el mundo, a su vez estar en la Selección Nacional para lograr el tan ansiado Juego Olímpico. Sin dudas, es un muchacho que promete. Tiempo hay, talento también. |
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