por Pablo Añón![]() Introducción Los deportes de equipo exigen de los deportistas una gran demanda de su sistema neuromuscular, cardiorrespiratorio, hormonal etc. Una correcta organización y programación de las cargar permitirían un correcto proceso de adaptación y mejora del rendimientomayor resistencia, velocidad, fuerza y/o potencia. Sin embargo, una cantidad excesiva de entrenamiento puede conducir a una sobrecarga de la capacidad funcional del deportista y un mayor riesgo de lesiones y enfermedades. Contrario a esto, un entrenamiento insuficiente puede socavar el rendimiento. Para conseguir un óptimo proceso de adaptación, se debe utilizar una periodizaciónadecuada de las cargas de entrenamiento (Vanrentergehm, et al 2017). Para ello se utilizan diferentes modelos de planificación y organización de las cargasampliamente divulgados en la literatura especializada. No obstante, la periodización carece de sentido si no se puede monitorear sistemáticamente el proceso de entrenamiento y las variables específicas de rendimiento. En la actualidad existe tecnología disponible para cuantificar los niveles de carga que permite organizar y ajustar en tiempo real y de forma precisa (quirúrgica), el proceso de entrenamiento. Control de la carga del entrenamiento en deportes de equipo El control de la carga de entrenamiento de un deportista es importante para determinar cómo se está adaptando al programa de entrenamiento y para minimizar el riesgo de sobreentrenamiento, de sufrir lesiones o contraer enfermedades (Halson, 2014). También puede proporcionar una explicación científica sobre los cambios en el rendimiento del equipo, pudiendo ayudar a conocer las posibles razones de los cambios en el rendimiento y minimizar el grado de incertidumbre asociado a dichos cambios. Estos datos permiten examinar retrospectivamente las relaciones carga-rendimiento, y planificar adecuadamente la carga de entrenamiento y la competición. Al mismo tiempo, los datos también pueden ser útiles para la toma de decisiones a la hora de seleccionar los jugadores para confeccionar el equipo y para determinar si los jugadores están preparados para las exigencias de la competición. Recientemente, el monitoreo del control de la carga de entrenamiento ha cobrado un significativo interés por parte de las ciencias del ejercicio, debido al avance de la tecnología aplicada (Cardinale y Varley, 2016) La carga de entrenamiento puede clasificarse como carga externae interna. En este trabajo solo nos centraremos en el control de la carga externa, definida ésta,como el trabajo realizado por el atleta, medido independientemente de sus características internas (Wallace, Slattery y Coutts, 2009). Un ejemplo de carga externa en un deporte de equipo podría ser la distancia recorrida por los jugadores a diferentes velocidades. Aunque la carga externa es importante para entender el trabajo realizado y las funcionalidades y capacidades del deportista, la carga interna o el estrés fisiológico y psicológico impuestos por el entrenamiento también es importante en la determinación de la carga de entrenamiento y su adaptación posterior (Halson, 2014). Entender e interpretar la relación entre la carga externa y la carga interna, permite cuantificar y entender los procesos de fatiga. Por ejemplo, teniendo en cuenta el ejemplo de las distancias recorridas a diferentes velocidades en un deporte de equipo, se pueden establecer las distancias relativas a las máximas intensidades o de sprint, discriminar por tiempo de juego y ver cómo evolucionan esos patrones en cada jugador. Al mismo tiempo, se los puede relacionar con patrones de respuesta de carga interna como, por ejemplo, la FC ante cada intensidad de juego desarrollada. Métodos de registro de la carga externa en deportes de equipoHoy en día existe suficiente tecnología válida para medir, controlar y monitorizar la carga externa en el deporte. En los deportes de equipo, el análisis de tiempo-movimiento (TMA), incluyendo el seguimiento con sistema de posicionamiento global (GPS) y el análisis de los patrones de actividad y de movimiento a través del análisis de video (como ProZone o AMISCO) son cada vez más populares para la monitorización de los jugadores, especialmente durante la competición. La fiabilidad del GPS para el control del movimiento depende de factores como la frecuencia de muestreo, velocidad, duración y tipo de la acción motriz (Aughey, 2011). De la literatura disponible, se deduce que cuanto mayor sea la velocidad de movimiento, menor será la fiabilidad GPS. La fiabilidad también se reduce cuando la distancia del sprint se acorta, mientras que la validez del mismo aumenta con la duración de la tarea (Aughey, 2011). Además, la fiabilidad se reduce al evaluar las tareas que requieren un cambio de dirección. El GPS no puede cuantificar la carga de los saltos, acciones con el balón o los tackles (Aughey, 2011). Actualmente el desarrollo tecnológico, mediante “tecnología integrada”, permite que a los GPS se le incorporen acelerómetros y giróscopos, que permiten cuantificar acciones muy cortas y de mayor velocidad de ejecución, al igual que la carga física (Cummings et al., 2013; Dellaserra et al., 2014). En los deportes indoor o de campo cubierto, el GPS habitualmente no se utiliza para medir distancias y velocidades, puesto que no se recibe correctamente la señal. Además, las frecuencias de muestreo habituales de 5-Hz a 10-Hz, pueden tener una limitada precisión en las mediciones de distancia y velocidad, sobre todo cuando éstas son cortas y con un alto grado de aceleración. Sin embrago en la actualidad existen tecnologías integradas como el sistema Catapult[1], en donde un GPS con mayor cantidad de satélites, más un sistema de alta precisión de posicionamiento local inalámbrico y un sistema de acelerometría de análisis inercial, permiten cuantificar los movimientos con suma precisión y al mismo tiempo determinar la carga de entrenamiento (Gabbett sn). Dellaserra et al., (2014) realizaron una extensa revisiónsobre la utilización de tecnología integrada en deportes de equipo,desde 1990 hasta 2014. Sobre un total de 114 publicaciones, 39 de estas pasaron los criterios de inclusión, y 23 de ellas fueron realizados con jugadores profesionales de diferentes deportes. Según los autores, los dispositivos más comúnmente utilizados fueron Minimax X[2], OptimEye, SPI Elite, and SPI-10. La utilización de los mismos fue dirigida hacia: a) cuantificar las demandas de movimiento (n: 22), b) evaluar las diferencias entre las demandas de entrenamiento y competición (n: 12), medir las respuestas fisiológicas y metabólicas (n: 16), y d) determinar la validez de los esfuerzos de muy alta intensidad (n: 8). Esta “tecnología integrada” que combina el GPS con acelerometría y registro de la frecuencia cardíaca (Dellaserra et al., 2014), permite obtener al mismo tiempo el control de la carga externa y la carga interna, en tiempo real, bajo condiciones de entrenamiento y competición. Además, ha sido introducida en varios estudios para la cuantificación de la aceleración en deportes de equipo, tales como el Futbol australiano (Farrow et al., 2008; Coutts et al., 2007; Aughey etal., 2011b; Boyd et al., 2011; Stein et al., 2014), rugby union (Suárez-Arrones et al., 2012; Highman et al., 2012), rugby league (Gabbett et al., 2012; Gabbett y Seibold, 2013; Huling et al., 2014; Black y Gabbett, 2014; Murray et al., 2014), hockey sobre hierba (Gabett, 2010), cricket (Petersen et al., 2009) y netball (Chandler et al., 2014). En lo que conocemos, hasta la fecha, existe escasa evidencia que haya analizado los deportes de equipo indoor (ej. voleibol, baloncesto y balonmano) con esta tecnología integrada. Los acelerómetros tri-axiales parecen ser una respuesta adecuada para cuantificar las demandas energéticas metabólicas y la carga de trabajo en deportes indoor. Acelerómetros como medio de cuantificación de la carga externa del entrenamiento y la competición en el deportes de equipo Según Cummings et al. (2013) “El acelerómetro triaxial mide una magnitud vectorial compuesta (expresada como fuerza-G) registrando la suma de las aceleraciones medidas en los tres ejes (planos X, Y, Z). Además, el número y la intensidad de los contactos físicos y las colisiones entre los atletas y los objetos o las superficies pueden cuantificarse por la carga de cuerpo y medidas del impacto. La carga corporal (medida como fuerza-G) es la colación de todas las fuerzas impuestas a un atleta, incluyendo la aceleración/desaceleración, relacionada con cambios de dirección y el impacto de la colisión entre jugadores y el contacto con el suelo. Los acelerómetros o dispositivos que miden la actividad física en 3 planos se han utilizado previamente para examinar los niveles de actividad física de la población (Cummings et al., 2013). Los acelerómetros utilizan "puntos de corte" para clasificar la actividad de los individuos en “baja y alta actividad", y evalúan las actividades cotidianas de la vida diaria de los datos del movimiento lineal en varios ejes (Dellaserra et al., 2014). Los tipos más comunes de acelerómetros son los piezoresistivos, los piezoeléctricos y los de diferencial capacitiva. Los acelerómetros de diferencial capacitiva se utilizan ampliamente en los deportes y en la actividad física, debido a su capacidad para clasificar la postura, el movimiento y la estimación del gasto energético, y para analizar el control de marcha y equilibrio (Dellaserra et al., 2014). La serie de acelerómetros ActiGraph (p. ej., GT1M. GT3X) y ActivPAL son muy utilizados en los estudios de actividad física y deporte, para medir los niveles de actividad, el gasto de energía y el análisis de la marcha. La validez y fiabilidad de estos acelerómetros se ha establecido previamente a través de estudios que muestran correlaciones significativamente mayores entre los monitores ActiGraph y la replicación del estudio en comparación con StepWatch, AMP 331, ActivPAL, u otros tipos de acelerómetros (Maddison et al., 2010). En los deportes de equipo los acelerómetros se emplean, principalmente, para cuantificar la carga externa, los impactos y las colisiones, como por ejemplo en el rugby league (McLellan et al., 2011b; Gabbett et al., 2012) y en el rugby union (Cunniffe et al., 2009; Venter et al., 2011;). La intensidad del impacto se clasifica, generalmente en “zonas de impacto” de acuerdo con el software de cada uno de los dispositivos (Cummins et al., 2013). Además, también se utilizan los acelerómetros para cuantificar las aceleraciones y las desaceleraciones durante el entrenamiento y la competición (Farrow et al., 2008; Gabbett., 2010; Aughey, 2011b; Suárez-Arrones et al., 2012; Higham et al., 2012). Actualmente nos encontramos frente a un gran avance en el uso de la microtecnología (acelerómetros, giróscopos, magnetómetros) para detectar diferentes tipos de movimiento, que son especiales para diferentes actividades deportivas como, por ejemplo, los saltos, los cambios de dirección, los tackles y disparos a portería, que presentan una gran demanda neuromuscular y metabólica, y que no son consideradas, precisamente, como actividades locomotoras, y son imposibles de cuantificar por medio del GPS. Muy pocos artículos han utilizado microtecnología en sus estudios. Chambers etal., (2015) en una muy reciente “revisión sistemática”, indicaron que solo 28 artículos pudieron cumplir con los criterios de inclusión para el estudio. Ocho artículos abordaron el uso de microsensores en deportes individuales incluyendo tenis (n= 2), atletismo (n= 2), golf (n= 2) salto con trampolín (n= 1) y halterofilia (n= 1). Ocho estudios utilizaron microsensores en deportes acuáticos, describiendo diferentes elementos técnicos de la natación, mientras cinco estudios basaron sus trabajos en microsensores en deportes de nieve que incluyeron salto de esquí (n= 2), esquí alpino (n= 1), snowboard (n= 1) y esquí de fondo (n= 1). Solo siete artículos analizaron el uso de microsensores en deportes de equipo, que incluyeron el béisbol (n= 2), fútbol australiano (n= 2), rugby league (n= 1), rugby union (n= 1) y criquet (n= 1). La ventaja más grande de la utilización de microtecnología en los deportes de equipo es la detección de movimientos específicos, la cuantificación de la carga, de las demandas del entrenamiento y la competición y la obtención de parámetros de rendimiento del equipo y de cada jugador (Ghasemzadeh y Jafari, 2011; Gabbett et al., 2010; Kelly et al., 2012; Gabbett et al., 2012; Gastin et al., 2013; Cormack et al., 2014; McNamara et al., 2015). Control de la carga externa durante el entrenamiento y la competición en el voleibol La evidencia sobre el control de la carga externa en el voleibol se basa sobre estudios de TMA[3]. Habitualmente se han cuantificado el número de saltos y los tiempos de trabajo y de pausa en relación con el puesto de los jugadores. Laconi et al., (1998), estudiaron a 4 jugadores y 6 jugadoras de voleibol de nivel recreacional, durante una simulación de juego adaptado en cancha, midiendo con un dispositivo portátil de consumo de oxigeno telemétrico Cosmed K2 las variables cardiorrespiratorias y analizado con técnica de video-análisis, las variables mecánicas, como distancia recorrida, trabajo mecánico, energía cinética, energía mecánica y la energía atribuida al salto. Mediante la técnica de análisis de video encontraron una altura media de salto de 115 cm para el primer salto y 103 cm para el segundo (analizaron dos saltos de ataque consecutivos). La velocidad de la carrera durante el primer paso es más rápida y alcanza unos 4.4 m/s para el primer ataque y unos 3 m/s para el segundo. El trabajo mecánico en el primer salto fue de 2128 J (joule). Esa energía mecánica incluye 861J de la energía cinética de los tres pasos antes del salto y 1265J como la suma de la energía potencial (745 J), de la cinética traslacional (329 J) y de la cinética rotacional (193 J) del salto. Guo y Li (2000), hicieron uno análisis 3D de filmaciones en una competición internacional en donde participaron jugadores masculinos de elite, polacos, cubanos, canadienses y chinos. La altura promedio alcanzada[4] durante la competición fue de 313cm, 307cm, 307cm y 301cm para los polacos, cubanos, canadienses y chinos respectivamente. González Millán (2001) en un estudio citado previamente, además de valorar la respuesta de la FC y la concentración de lactato sanguíneo durante la competición en los jugadores centrales y líberos, de nivel nacional, también analizó mediante análisis de video, la cantidad de saltos, la intensidad de las acciones, el número de acciones, la cantidad de toques, el tiempo de permanencia en cancha y el tiempo en reposo. Los centrales permanecieron en la cancha antes de ser sustituidos un promedio de 3 minutos, mientras que los líberos estuvieron 2.1 minutos. El tiempo promedio de reposo en el banquillo para los centrales fue de 2 minutos y para los líberos de 48 segundos. Gonzáles Millán (2001) concluyó que: “para una duración media del set de 17.1 minutos, el líbero, el central principal y el central secundario permanecieron de media en el campo 13.4, 10.2 y 8.7 minutos respectivamente, y fuera de él 3.7, 6.9 y 8.4 minutos respectivamente. Por consiguiente, el líbero es el jugador que más tiempo participa en el juego durante el set: un 41.5%, frente a un 31.5% el central principal y un 27% el central secundario. En cuanto al tiempo fuera de la cancha, los porcentajes son inversos y es el central secundario el que más tiempo en todo el set permanece en el banquillo, un 44.1%, frente a un 36.4% el central principal y un 19.5% el líbero”. Respecto a los saltos, los centrales principales realizaron un promedio de 93 ± 9.5 (rango entre 80-108 saltos) y los centrales secundarios 70 ± 7.1 (rango entre 54-80 saltos) por partido. En cada set los centrales principales ejecutaron un promedio de 23 ± 5.4 saltos (entre 15-35 saltos) y los centrales secundarios 18 ± 4.5 (entre 9-28 saltos). Sheppard et al., (2007) realizaron un análisis de tiempo-movimiento (TMA) en partidos internacionales de voleibol para establecer un criterio de validez para la proponer un test experimental relacionado con la exigencia competitiva. Para ello examinaron ocho partidos de voleibol masculino de los Juegos Olímpicos de 2004 y ocho partidos internacionales de la selección masculina sub 23 de Australia. Los resultados obtenidos del TMA destacan que el 76.6% de los rallies[5]tienen una duración de 12 segundos o menos y la media de duración fue de 11 segundos. El rango de duración oscila entre 3 segundos o menos (por ejemplo, los puntos de saques) hasta más de 40 segundos. Además, el 40% de los tiempos de recuperación entre los rallies fue de 12 segundos o menos con un tiempo medio de 14 segundos con rangos que oscilaron entre los 4 segundos y los 38 segundos de recuperación. En cuanto a la frecuencia de saltos por set, los centrales saltaron un rango de 3-19 saltos de bloqueo y 2-15 saltos de ataque. Los puntas y opuestos realizaron entre 1 y 13 saltos de bloqueo y entre 1 y 15 saltos de ataque. Los armadores por su parte tuvieron una frecuencia de saltos de bloqueo que osciló entre 1 y 11, y el armado en salto (los armadores más experimentados suelen saltar para armar en suspensión) entre 11 y 21. Años más tarde, Sheppard et al., (2009) determinaron los patrones de actividad durante la competición en jugadores de voleibol masculino de elite, comparando las diferencias entre las posiciones, especialmente en los atacantes. Para ello analizaron mediante TMA, ocho partidos de los JJOO de 2004 y ocho partidos internacionales. Existen diferencias significativas entre los puestos para la frecuencia de los saltos de ataque y bloqueo por set durante el partido. La frecuencia media de saltos de bloqueo de los centrales por set (11 ± 3.14) fue significativamente superior a los armadores (6.25 ± 2.87) y a los puntas y opuestos (6.50 ± 3.16). Los centrales presentaron una mayor frecuencia de saltos de ataque (7.75 ± 1.88) respecto a la de los armadores (0.38 ± 1.06) y la de los puntas y opuestos (5.75 ± 3.25). Vilamitjana et al., (2008) analizaron los videos de 56 partidos de un equipo profesional de la liga argentina de voleibol masculino, que comprendieron un total de 23865 acciones de saltos. Encontraron que los saltos de bloqueo y ataque son los que más frecuentemente se producen durante el juego (37.9 % y 21.7 % del total, respectivamente). Se registró una frecuencia de saltos por minuto de juego neto de 1.25 (s/min), no encontrándose diferencias significativas entre las posiciones. Los armadores presentaron una frecuencia levemente superior al resto de los puestos (1.62 s/min). Los centrales y opuestos presentaron una frecuencia muy similar (1.35 s/min vs. 1.33 s/min, respetivamente), mientras que los puntas saltaron 1.12 s/min. Bertorello (2008), cuantificó la cantidad de saltos en un equipo masculino de categoría sub 21 durante 10 partidos. Del análisis de los datos se concluye que los armadores saltan 29.3 saltos por set, los opuestos 20.4 saltos, los puntas 17.7 saltos y los centrales 21.6 saltos. Los saltos totales por partido fueron 131 para los armadores, 91.6 para los opuestos, 79.5 para los puntas y 97 para los centrales. Esper (2013), analizó los saltos de un equipo profesional de la liga argentina de voley masculino durante 10 partidos oficiales, contabilizaron un total de 4055 saltos. El 44% (1774) de los saltos fueron de bloqueo, los saltos de ataque representaron el 25% (1001), los saques en salto un 16% (665), y salto en armado 11% (465). Los jugadores saltaron en promedio entre 36 a 54 veces en un partido de 3 sets y de 60 a 90 en un partido de cinco sets. Los armadores, los centrales y opuestos saltaron un promedio de 18 saltos por set, mientras que los puntas realizaron 12 saltos por set, dando como promedio un salto cada 1min 30seg a 2min. Recientemente Wnorowski et al., (2013), realizaron uno de los pocos estudios que han intentado cuantificar y describir la cinemática de los saltos durante un partido de cuatro sets. Estudiaron un grupo de cinco jugadores profesionales que participaban en la liga masculina de voleibol de Polonia y en el equipo nacional, mediante análisis de video con un software que digitalizaba en 3D, para hacer análisis biomecánico de los saltos. Se registraron un total de 378 saltos durante el partido. La media de la altura alcanzada (tener presente que es el alcance máximo de ataque del balón) fue de 295.3 cm, la cual represento el 87.2% del alcance máximo medido en laboratorio. Durante el partido, los saltos de bloqueo fueron 133 (33.3 saltos por set), los saltos de ataque fueron 87 (21.8 saltos por set), los saltos en condiciones de saque 83 (20.8 saltos por set), mientras que el armado en salto fue de 75 saltos (18.8 saltos por set). La media de la altura alcanzada por los saltos de ataque fue de 315.2 ± 17.6 cm, representado un 90.1 ± 5.1% del máximo en condiciones de test. La altura media alcanzada por los saltos de bloqueo oscilo entre 292.7 ± 17.1 cm, representado un 88.9 ± 5.4% del máximo en condiciones de test. En otro estudio de TMA, Mroczek et al., (2014) investigaron las distancias recorridas por 28 jugadores profesionales de voleibol durante cuatro partidos de la liga polaca. Los resultados indican que la distancia promedio recorrida por un jugador de voleibol fue de 1221 ± 327 m durante un partido de tres sets y 1757 ± 462 para los partidos de cuatro set. La distancia media total recorrida durante los puntos fue de 10.9 ± 0.9 m con un rango de 9.1 a 12.6 m. Los armadores recorrieron la mayor distancia (1630 ± 170 m), los atacantes recorrieron 1383 ± 102 m y los líberos 1372 ± 103 m. Los centrales fueron los que menos distancia recorrieron 788 ± 92 m. Durante un punto los centrales recorrieron de promedio 10.4 ± 1.2 m, mientras que los que ocupan posiciones defensivas 10.7 ± 0.2m y los opuestos 10.4 ± 0.2m. Los que mayor distancia recorrieron durante un punto fueron los armadores (12.1 ± 0.4 m), seguido por los líberos (11.7 ± 0.3 m). Los estudios anteriormente mencionados reportaron valores que surgen del análisis de tiempo-movimiento (TMA) en competición por medio de técnicas de video-análisis o registros observacionales directos. Utilización práctica de la acelerometría para el control de la carga externa durante el entrenamiento y la competición en el voleibol En la actualidad existen varios sistemas de monitoreo de la carga externa que perfectamente se pueden aplicar al voleibol para el control de la carga. El ZephyrTM BioHarnessTM, el CATAPULT y el Vert son algunos de los medios de microtecnología integrada, validados y disponibles en el mercado, aptos para su utilización tanto en entrenamiento como en competición en el voleibol. En la práctica hemos utilizado tanto el ZephyrTM BioHarnessTM como el CATAPULT, para el control del entrenamiento y la competición en equipos de voleibol de elite. Añon P, en 2010 (tesis de Maestría sin publicar), describió los aspectos fisiológicos y mecánicos durante el entrenamiento y competición con la utilización del ZephyrTM BioHarnessTM, con jugadores de la selección Argentina sub 23 en la preparación previa al mundial de la categoría. Se registraron los saltos durante cinco partidos de carácter amistoso (19 sets totales), en donde se observaron un total de 3174 saltos con un promedio de 634.8 ± 103.5 saltos totales por partido. Al promediar los saltos totales por la cantidad de sets jugados, se obtiene una cantidad de 167 saltos por set, lo que da un promedio de 41.8 saltos por puesto por set. Cuando se tienen en cuenta la cantidad de jugadores por puesto, el promedio de saltos por partido fue de 406.7 ± 69.1. El promedio de saltos por set por jugador fue de 28.3 ± 8.8 saltos. En la muestra analizada en nuestro estudio los centrales son los jugadores que realizaron una cantidad de saltos por partido significativamente superior a los otros puestos, datos que concuerdan con la literatura (Esper, 2013; Shepard et al, 2009). Los centrales de esta muestra (n: 4) promediaron un total 294.2 ± 43.6 saltos por partido, que al dividirlo por dos jugadores por puesto da un promedio de 147 saltos por cada central. La frecuencia promedio fue de 40.3 saltos por set. Los puntas y los opuestos de la presente muestra realizaron un promedio de 22.5 ± 8.3 y 29.3 ± 17 saltos por set respectivamente, similar a los datos publicados por Sheppard et al., (2007), Sheppard et al., (2009), y Esper (2013). Siendo algo superiores a los 17.7 y 20.4 saltos publicados por Bertorello (2008). Los armadores, por su parte,tuvieron una frecuencia de 20.9 ± 5.7 saltos por set, con un promedio total de 70.2 ± 15.2 salto por partido. Ahora bien, la cantidad de saltos, per se no es la única variable de interés para cuantificar la carga externa, la altura de los mismos y la distribución de la intensidad de los saltos brindan un mejor análisis de lo que ocurre con nuestros jugadores durante la competición. Así pues, encontramos que un 19.5% de los saltos ocurren en la zona entre 52 a 60cm, mientras que un 18.9% entre 60 y 69 cm. En nuestra muestra se halló que durante los entrenamientos se realizó en promedio un 35% más de saltos que durante la competición. Seguramente esta diferencia se deba al mayor tiempo de trabajo promedio durante los entrenamientos que supera en 48 minutos el tiempo de la competencia (39%), lo que supone un mayor trabajo técnico-táctico que implicaría un mayor volumen de saltos. Es interesante destacar que en los entrenamientos se registraron más cantidad de saltos de menor intensidad, hasta los 39cm. Mientras que durante la competición se registraron más saltos en la franja de 60-69cm. Los entrenamientos estudiados indicaron que el número de saltos que se realizaronfue mayor que durante la competición, aunque de menor intensidad. El análisis de la distribución porcentual de los saltos, es un buen indicador de la forma deportiva a lo largo del macrociclo, permitiendo una periodización prácticamente “quirúrgica”del proceso de adaptación específica. Habitualmente se realizan pruebas de control del estado de forma deportiva (test de Bosco, salto de alcance de ataque y bloqueo, pruebas de velocidad y agilidad, etc), pero no siempre reflejan de forma directa su impacto en la performance específica en el juego. En otro ejemplo a aplicación práctica, esta vez, mediante la utilizacióndel dispositivo s5 de CATAPULT (GPS con acelerómetro y giróscopo incorporado más prestigioso del mercado utilizado por los deportes de equipo más importantes del mundo), se pudo realizar un control de la carga muy minucioso permitiendo una ondulación muy precisa, durante la puesta a punto de la preparación de la Selección Argentina Femenina de Voleibol para la clasificación al mundial de Japón. Durante cinco semanas de entrenamiento se registraron un promedio por jugadora de 1096 ± 589.3 saltos con una gran variabilidad en los mismos. La zona de intensidad en donde se ejecutaron más saltos fue la de 30-40 cm (41.3%), seguida por 40-50 cm (28.2%). En la zona de más de 50 cm se ejecutaron el 4.7% de los saltos (gráfico 1). [1] http://www.catapultsports.com/ [2]MinimaxX, Team 2.5, Catapult Innovations, Scoresby, Australia [3] TMA: Time MotionAnalysis (Análisis de tiempo-movimiento) [4] El alcance del salto o reach, es una medida muy utilizada por los entrenadores. Implica el mayor alcance que el jugador puede tocar con sus dedos. [5] Se denomina Rallies a la cantidad de veces que el balón pasa de un lado al otro de la red alternándose uno o varios periodos de ataque-defensa en el mismo punto de juego. Gráfico 1. Distribución porcentual de la cantidad de saltos en las diferentes zonas de intensidadLa utilización de este dispositivo también permite obtener comparaciones por puesto, por ejemplo, las centrales realizaron 3279 saltos (1093 saltos por jugadora), las puntas 4819 saltos (964 saltos por jugadora) y las opuestas 5185 saltos (1728 saltos por jugadora). Las centrales realizaron mayor cantidad de proporciones de saltos entre 50-60 cm y 60-70 cm. La tabla 1 (gráficos 2 y 3) muestra la cantidad de saltos totales y la distribución por zona de cada jugadora. De esta manera se puede establecer la carga global e individual de cada jugadora, Gracias a esta metodología de control del trabajo, pudimos observar cómo los entrenamientos se realizaban con mayores niveles de saltos en las zonas de mayor intensidad llegando a su pico en los últimos dos entrenamientos previos a la partida hacia el pre-mundial, siendo este un indicador invaluable para la puesta a punto del equipo mensurado de forma objetiva. Esto se demuestra con el incremento promedio de un 180% en la proporción de saltos en la zona de 40-50cm y un 150% de la proporción de la cantidad de saltos en la zona de 50-60 cm (gráfico 2). En el gráfico 4 se puede constatar cómo se van disminuyendo paulatinamente en las sesiones la proporción de saltos entre 30-40 cm y como se van incrementando los saltos Gráfico 2. Distribución de la cantidad de saltos de cada jugadora por zona de intensidad Gráfico 3. Distribución porcentual de la cantidad de saltos por zona de intensidadpara las zonas de intensidad entre 40-50, 50-60 y 60-70 cm para los entrenamientos de carácter global símil partido. Al mismo tiempo, en el grafico 5 se aprecia claramente como a partir de la sesión 15/16 (comienza la estancia en altura), la carga del entrenamiento es menor a las sesiones anteriores y con un carácter ondulatorio progresivo, alcanzando los mayores registros porcentuales de distribución de saltos entre 40-50 cm. Otra variable muy interesante es la cuantificación de la carga mecánica o PlayedLoad promedio por entrenamiento que en este caso fue de 293 ± 83.8 UA con una intensidad promedio de 3.2 ± 0.7 Pl/min. El conocer la carga de cada tarea del entrenamiento permite ondular el mismoen función de su magnitud.En el gráfico 6se puede observar la PlayedLoad relacionada con los saltos y la intensidad durante el entrenamiento de competencia simulada, nos permitió detectar como algunas jugadoras a pesar de presentar mayor cantidad de saltos, la carga mecánica puede ser menor. Esto pone de manifiesto que contabilizar los saltos durante el entrenamiento solamente, no puede ser la única variable a tener en cuenta para el control de la carga. Para ello es menester analizar, por ejemplo, como son los esfuerzos repetidos de alta intensidad y las aceleraciones de alta intensidad que componen parte de la carga mecánica (grafico 7). Así pues, jugadoras conCantidades de saltos similares, poseen diferencias sustanciales en las aceleraciones de alta intensidad (Total IMA) y en los esfuerzos explosivos repetidos (grafico 7). Conclusiones Por medio de la utilización de la microtecnología integrada aplicada al voleibol se puede: · Analizar las respuestas mecánicas y metabólicas del entrenamiento y la competición · Individualizar la carga por jugador · Comparar la carga aguda y crónica por jugador y por puesto. · Discriminar y cuantificar la carga por cada tarea de entrenamiento. · Evaluar la efectividad del entrenamiento, minimizando el riesgo de lesión. · Estimar el costo energético de las sesiones de entrenamiento · Conocer los patrones de carga de las aceleraciones en todas las direcciones y las caídas de los saltos para detectar posibles lesiones por sobreuso. · Establecer relaciones de dosis/respuesta entre la carga del entrenamiento y el rendimiento específico. Medir y monitorear signos tempranos de sobreuso y sobreentrenamiento Bibliografía |
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